viernes, septiembre 29, 2006

un domingo en el prado ...



... estaba recorriendo el prado, dejándome guiar por el espíritu de domingo, resonando entre las últimas palabras de mi confesión de la misa de 11 y leyendo tus labios mientras me decías que era mejor estar separados ... entre el abrazo consolador de la Virgen de Copacabana y las palabras de mis amigos para que no me hunda…

… pensé que un ser humano debe ser capaz de apasionarse por algo que valga más la pena, que no te haga daño y al contrario, te empuje el corazón, te lo complete, lo cuide y te permita hacer lo mismo con el suyo...

.. me detuve por el sonido de las cuerdas, al principio no estaba seguro si existían o solo era mi imaginación, cuando ví hacia el grupo de guitarreros de donde salía la música me percate de su mirada... sostenida por sus pómulos quebraditos por el Sol y la mirada achinada y dulce, sus ojos café claros, color miel, como almendras maduras y aceitosas, te regalaban la sensación de llanto ... no podía apartar su mirada, mientras ella pulsaba la guitarra, noté como se puso nerviosa y dejó caer la púa (uña le dicen otros) esas ganas de llorar no eran de ella ... eran mías... la melodía cambió de una tonada renacentista a una cueca de Gilberto Rojas ...

… sus ojos no dejaban de mirar los míos … el encanto que sentí por esa mirada no podía ser más fuerte… realmente era un momento de aquellos raros como cuando sientes el olor a tierra mojada luego de una suave lluvia ó el apretón de la manito de un recién nacido ó una poesía de la Matilde … y de repente en sus ojos ví un reflejo dorado …

… más de mil personas, hombres, mujeres y niños todos ataviados de amarillo y negro, con bombos, cantando, alzando los brazos, haciendo vítores interrumpieron la serenata matinal (recibieron una pequeña rechifla de algunos asistentes al improvisado concierto), no entendí de que se trataba, pero jamás ví tanta pasión, alegría, energía y amor propio, me acerque y resulto ser la barra del TIGRE, del “Club The Strongest”, celebrando los 50 años del equipo, yo, que nunca fui muy aficcionado a estas reuniones de masas, me acerque y de repente estaba en medio cantando y gritando con los demás, ESA ES LA PASION que necesitaba en mi vida, desde ese momento hasta la fecha no volví a sentirme solo, triste ni menoscabado por nada, pues tenía el CORAZON DEL TIGRE dentro mío…

… a la semana y luego de un breve cortejo le propuse matrimonio a la muchacha de la mirada de cristal y hasta la fecha somos felices y cada mañana cuando ella me dice “buen día chupita”, escucho el concierto de guitarras, siento el calor del sol dominguero, la miró y me doy cuenta que la familia que me dió y la pasión que descubrí a través de sus ojos, no puede ser otra cosa que la felicidad…

(relato - ficción – cariño para el “chupita”, no sé si fue así pero pudo haber sido)